Juan Carlos Lossada: Construir un imaginario audiovisual propio es la meta del CNAC
La reciente nominación del film venezolano «La distancia más larga», de Claudia Pinto, como mejor película Iberoamericana para la 29° edición de los Premios Goya -que se realizará este 7 de febrero- ha servido de recordatorio sobre el crecimiento que la industria venezolana de cine ha tenido en los últimos años. El mismo muestra signos claros, además de las nominaciones y premiaciones, con el aumento de los números de taquilla para las películas producidas en el país.
En ese contexto, el presidente del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), Juan Carlos Lossada Acosta, analizó el crecimiento del cine venezolano, tanto dentro del país como a nivel internacional, las novedades para el 2015 y las deudas de esta industria que cada vez sorprende más a propios y extraños.
En principio, hizo énfasis en la importancia de esta nueva selección para un galardón internacional, que sumada a la premiación del año pasado de «Pelo Malo» con la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián o el Goya que ganó «Azul y no tan rosa», ratifica la buena valoración que se hace desde el exterior sobre el cine venezolano.
«Que por segunda vez consecutiva estemos entre las cuatro películas finalistas de toda América Latina, lo tenemos que recibir con mucha alegría y sobre todo con mucho compromiso», aseguró Lossada, para quien esto es muestra de que Venezuela ha empezado a cosechar una siembra que comenzó hace más de una década.
Pero no sólo se ven los resultados en el exterior. Durante el 2014 hubo cuatro millones y medio de espectadores venezolanos viendo su propio cine. Además, el 16 por ciento de las cintas que ocuparon la gran pantalla fue de producción local; estos datos representan el doble que México, que tiene una industria mucho más grande, superan en 8 puntos a Brasil, que en 2013 había duplicado a Venezuela, y se ubican sólo por detrás de Argentina, que tiene una tradición en este campo del arte.
«Todo país tiene la necesidad de ser narrado. La literatura de un país intenta narrar las densidades del pueblo al que pertenece, y lo hace en clave literaria. Las artes plásticas también lo hacen. El cine tiene ese deber de expresar, a través del lenguaje cinematográfico, ese conjunto de fisuras, de relieves que conforman una cultura nacional. En el caso venezolano, ese es un reto inmenso, porque Venezuela es un país multicultural, pluriétnico, compuesto de muchas identidades. Y me parece que cada película intenta expresar una parte de esa cultura», reflexionó el presidente del CNAC.
Al mismo tiempo que crece, el cine nacional se diversifica, aborda temas distintos a los tradicionales, incorpora nuevas miradas, y otras manos comienzan a dirigir, actuar o producir películas. «Si no, estaríamos construyendo un cine sesgado, que solamente representa la visión de algún sector de la población», consideró Lossada.
Para él, las regiones del país juegan un rol fundamental en este nuevo escenario. «La distancia más larga» fue rodada casi enteramente en el estado Bolívar; «El río que nos atraviesa», de Manuela Blanco, se realizó en Delta Amacuro. Trujillo y Apure también han sido protagonistas de diversos films, por ejemplo.
«El mayor espacio de crecimiento de nuestro cine proviene justamente de los causes de nuestros ríos, de las alturas de nuestras montañas, de los parajes recónditos de los Tepuyes, de nuestros Andes, de nuestras costas; de su gente, sus pobladores. Cuando el cine es capaz de expresar esos elementos materiales, físicos pero también intangibles, empiezan a ocurrir procesos mágicos», reflexiona.
Contra la lógica de la depredación
La lógica y la dinámica de la distribución cinematográfica mundial hacen que los más pequeños sean comidos por los más grandes. Es el gran problema a enfrentar para los países que se proponen construir sus propios relatos. Para ello, es necesario multiplicar la calidad y cantidad de su producción.
En ese sentido, Venezuela es uno de los pocos países que dispone de una legislación que protege y fomenta su cine; cada película nacional dura al menos tres meses en pantalla. «Nosotros estamos defendiendo un criterio cultural por encima de un mero rendimiento mercantil, rechazamos la visión según la cual el cine es una mera mercadería», ratificó el representante del CNAC.
Uno de los pilares que sostienen esta idea es la formación. Desde hace una década el Ministerio de la Cultura, a través de varios de sus órganos adscritos (y el CNAC particularmente), desarrolló el programa «Cine en curso», que permitió que muchos venezolanos y venezolanas empezaran a manejar cámaras, escribir guiones, o tratar de hacer documentales, reportajes, sobre sus propias realidades.
«Hay un entusiasmo creador impresionante en torno a una esperanza de que el cine venezolano está cogiendo pueblo, está empezando a ser muchísimo más inclusivo y que está dando cabida a distintas posibilidades de comunicación popular y social», aseguró al respecto Lossada.
Además, dentro y fuera del país hay más de 700 becarios estudiando distintas áreas de especialización cinematográfica: dirección, producción, guionismo, efectos especiales, maquillaje, animación. Para eso se firmaron convenios con universidades de Cuba, Argentina, Brasil, México, Chile, España, Alemania o Francia, países con tradición en la industria.
En ese sentido, América Latina, como producto de la cooperación, del correlato en la cultura de la unión que vienen impulsando sus gobiernos, a través de Unasur, Alba o la Celac, tiene la oportunidad histórica de «voltear la tortilla». «Tenemos que vencer los falsos nacionalismos y entender que sería realmente extraordinario tener películas argentinas, chilenas, colombianas, guatemaltecas y que las venezolanas viajen a otros territorios», sueña Lossada.
Cine infantil: el reto
Todavía quedan desafíos por resolver. Uno de ellos es el cine infantil. En ese ámbito, «hay una deuda muy grande, histórica», reconoció el servidor, y agrega: «No es posible que en los veranos las poblaciones de América Latina se queden impávidas mientras Hollywood llena las pantallas de cine».
Para encarar esta deuda, está previsto desarrollar un programa de obras con y para niños y niñas. Con ese fin, convocaron a la escritora Laura Antillano, quien coordinará las adaptaciones de cuentos o novelas infantiles para el cine.
Con esto, esperan llamar la atención de creadores y creadoras para que atiendan las necesidades de los chamos, jóvenes y adolescentes. «Es mucho lo que podemos aprender de ellos y ellas, tenemos que escucharlos y sobre todo tenemos que poder construir con ellos un universo audiovisual, un imaginario, en el que ellos se sientan incluidos», consideró Lossada.
Otro de los retos es llevar el séptimo arte a las escuelas. «Tenemos que poblar las aulas de clases con cine. Las salas de cine más espléndidas y formidables tienen que ser la sumatoria de todas las aulas de nuestros colegios».
Un 2015 de sorpresas
Durante este nuevo año, se espera estrenar cerca de cincuenta películas nacionales. Próximamente estará en las salas la película «Sabino Vive», de Carlos Azpúrua, que va a dar cuenta de la realidad del pueblo Yukpa y sus reivindicaciones.
En marzo, se publicará «El río que nos atraviesa», la cual ya ha sido seleccionada para participar en uno de los cinco festivales más importantes del mundo, pero que todavía no se puede dar a conocer cuál es hasta que los organizadores del mismo lo autoricen.
En tanto que en diciembre se estrenará el primer largometraje de animación hecho en Venezuela en 118 años de historia de este arte: «Samuel H2O», del director Álvaro Cáceres.
En total, serán más de una docena de largometrajes documentales, decenas de películas de ficción, comedias, dramas, thrillers, hasta adaptaciones de Shakespeare con «Hasta que la muerte nos separe», de Abraham Pulido.
Pese a los 82 premios y las 242 admisiones internacionales obtenidas en 2014, Lossada promete un 2015 tan bueno o mejor. «Sobre todo, el compromiso de seguir avanzando en la territorialización de las políticas públicas cinematográficas a todo lo largo y ancho del país, seguir dándole poder a los polos regionales, a las redes populares para que tengan mecanismos para expresar el cine comunitario y darle cabida a la producción de cine para niños, niñas y adolescentes», dijo.
De esta forma, Venezuela va en camino de crear su propio imaginario audiovisual. Por eso, el presidente del CNAC no se cansa de afirmar que «Venezuela es el país donde están ocurriendo las cosas más esperanzadoras y más prometedoras en materia cinematográfica y cultural en el planeta».