Me gustan las películas que me peguen un cachetazo
La cineasta argentina Victoria Chaya Miranda, fue la invitada internacional de la 9 Muestra de Cine Latinoamericano con su película “Eso que llaman amor”, ella cuenta la historia de su película y el feminismo que la circunda.
La directora Victoria Chaya Miranda lleva en su maleta de regreso a Argentina varias películas venezolanas, entre ellas “El pez que fuma” de Román Chalbaud, pero si pudiera escoger más, llevaría en su equipaje toda la filmografía de nuestro país.
Victoria es una apasionada del cine.
Conoce de teatro, dramaturgia, guión y estudió psicología más por un empeño familiar que por una decisión personal, pero ahora que lo piensa fue esta carrera que impulsó el accionar de sus personajes en su primer largometraje “Eso que llaman amor” (2015).
“Eso hizo que los personajes estuvieran compuestos desde la patología, más allá de que soy una fanática de la mitología griega, la mitología hindú y eso hace que también trabaje los personajes desde lo arquetípico”.
“Eso que llaman amor” es un ejemplo exitoso del método del financiamiento colectivo “crowfounding”, y de más de 300 personas que se enamoraron de las historias de Zara, Verónica y Mora quienes se cruzan y entrelazan a través de recuerdos, lugares y personas en común. Ellas comprobarán que no siempre el amor es el sustento de una pareja.
“Esas tres mujeres tienen tres miradas diferentes, es una crítica al ser humano, las tres están muy enfermas… ¡y los hombres también! Lo que pasa es que un poco al llevar el protagónico, esa mirada de la mujeres se intensifica bastante más, digamos que uno ve más de cerca la patología femenina pero los hombres también están bastante chiflados”.
– ¿Ya te han preguntado si eres alguno de esos personajes?
– Sí, siempre me lo preguntan. Y no, no soy ninguno. Sinceramente no me pasó nada de esas situaciones. ¡Claro que he sufrido traiciones! Me han dejado, he dejado, me he angustiado por expectativas de otros, como todo ser humano, pero no soy ninguno de mis personajes. Le entregué a esos personajes mi dolor, mi fobia, mi sensación de no comunicación que todos los tenemos ¿Quién no se sintió incomunicado o traicionado o confuso o desconectado? Son como cosas que nos han pasado a todos.
– El guión de “Eso que llaman amor” es muy particular y juega con los tiempos… ¿no tenías temor que el público se perdiera en las historias?
– A mi me gusta pensar en un público inteligente. Detesto las películas que subestiman al espectador. ¡Me revelan! ¡Me dan furia!… Por lo tanto como realizadora me gusta sentirme como una espectadora, que haya una colina que me desafíe, que me confronte, que me lleve a algún lugar profundo (…) El vínculo con la escritura es pensar en una película que me gustaría ver y a mi me gustan las películas que me peguen un cachetazo.
– Al proyectar tu película en todo el continente y hasta en Japón… ¿Qué te has encontrado? ¿Eso que llaman amor es igual en todas partes?
– Yo creo que cada cultura tiene un modo de vivir el amor y que cada persona tiene un modo de vivir el amor y el desamor y que esta película justamente se llama “Eso que llaman amor” porque no es exactamente el amor el sustento de estas parejas. En ocasiones sí, en ocasiones no. Me parece que el amor es universal, tiene que ver con las formas de cada país. Esta película está atravesada por una cultura argentina, también por la italiana porque la Argentina es un crisol de razas enorme y somos muchas cosas.
Colonizar la mirada
El primer trabajo de Victoria fue el cortometraje “Mi mamá me mima” (2009), un thriller que habla de una relación edípica entre una madre y su hijo.
La cineasta experimentó luego con el género documental con “Traición” (2010), un corto que trata de las creencias preestablecidas y para la televisión dirigió “Los pibes del puentes” (2012). En el presente, Victoria está desarrollando la preproducción de su segundo largometraje “A oscuras”, en la que va a ejercer sólo el papel de directora.
“Para mí es muy liberador cada tanto dirigir y no haber guionado. El guionista está traumado, yo como guionista hay algo que te pasa con la historia que te deja como muy emocionalmente enlazado, por mucho que a mí no me gusta escribir desde lo personal como te decía, ‘Eso que llaman amor’ trata de mi ideología pero no trata de mi vida a nivel biográfico”.
– ¿Cuál es tu visión del cine argentino?
– El cine argentino tiene los mismos problemas que tiene cualquier cine latinoamericano, tiene que ver con un cine argentino no mirado por argentinos, un cine argentino que logra hacerse pero no logra distribuirse como se merece. ¡Claro! Venezuela es hermana en la visualización. Yo te puedo asegurar que en Venezuela se rieron de todos los chistes que yo plantee en “Eso que llaman amor”, porque somos como muy cercanos. Pero en sí el argentino no defiende su propio cine.
– Parece un ejemplo del cine venezolano…
– Yo he estado en Colombia, en Perú, aquí en Venezuela y pasa en todos… Me parece que hay un compromiso que tiene que ver con desconolizarse, colonizar la mirada. Tiene que aparecer un espectador que potencie su cultura, siempre es el mismo problema. Existe un espectador que tampoco se alía a su cultura porque está colonizado, que cree que lo propio no es bueno y realmente no lo conoce.
– ¿Con cuántas leyes cuentan para proteger su cinematografía?
– Tenemos una ley que dice que cada cuatro películas que se estrenan una tiene que ser Argentina que se tiene que quedar por lo menos una semana en cartel y que es muy raro que te saquen a la primera semana, en general te dejan dos. El problema es que consigues poca cantidad de salas, que si no hiciste una buena semana ya a la segunda semana tienes unos horarios espantosos y que no se respeta la cantidad de funciones, lo que yo siempre digo es que se tiene que hacer una ley que trate de programar para el cine argentino, equis cantidad de funciones y equis cantidad de franjas horarias. Eso va a facilitar que tu producto esté protegido, a eso se le tiene que sumar un espectador que apoye.
Texto y Fotografías: Mawarí Basanta Mota