Ambretta Marrosu revela una visión testimonial de un tiempo
1985. Ambretta Marrosu. Cine e Ideología: la conciencia latinoamericana de la década del sesenta. Caracas. Cuadernos de la Asociación Venezolana de Críticos de Cine. AVCC.
En fin de cuentas si el crítico aspira de alguna manera a participar en los procesos sociales, tiene que hacerlo o dejar de considerarse crítico, renunciar al rol que pretende ejercer.
(Alfredo Roffé, Cine al Día No. 25).
Ambretta Marrosu, revela una visión testimonial de un tiempo, donde de manera activa, ella forma parte de los intelectuales que reflexionan sobre el cine latinoamericano, consciente de participar desde un ángulo distinto al de los ejes tradicionalmente hegemónicos para el momento, lo que significó una visión liberadora ante las ataduras neo-coloniales: En este ensayo, reflexiona sobre la influencia no sólo de la cinematografía cubana, considerada por la autora, como referencia indispensable para cualquier análisis, sino del punto de giro que significó la Revolución Cubana.
Años sesenta… lo que determinó el florecimiento del cine latinoamericano, (…) la condensación de una conciencia política e histórica que respondía a un nuevo panorama mundial, donde la independización sucesiva de países africanos y asiáticos, la aparición del concepto de Tercer Mundo y el diagnostico de las nuevas formas de dominio con el nombre de neocolonialismo. (p3.)
Basada en fuentes bibliográficas y trabajos publicados en revistas especializadas en cine, presenta una descripción del desarrollo del cine en Argentina, Brasil, Cuba, Uruguay, Bolivia, Chile, México, Venezuela y Colombia durante la década 60-70. Señala que lo que se nombró Cine Latinoamericano, responde no sólo a su genérica comunidad geográfica, sino a una comunidad ideológica que logró plantearse una unidad en su diversidad.
Marrosu avisa la certidumbre que manifiesta la necesidad de quebrar las ataduras hacia un sistema alternativo y liberador tan anhelados en los años sesenta latinoamericanos: la esperanza que precipitó un despertar de conciencias donde:
La revolución cubana es punto de referencia obligatorio para cualquier examen que se quiera proponer acerca de aspectos de la realidad latinoamericana. Esa victoria revolucionaria catalizó, precipitó o alentó una variedad de manifestaciones caracterizadoras de fermentos, tendencias y cambios propiamente dichos en todo el subcontinente. (p3.)
Declara una renovada estructura de pensamiento apoyada en las rutas que manifiesta el éxito revolucionario, frente a las imposiciones hegemónicas que históricamente subyugan el espacio latinoamericano.
El intenso fermento de ideas sociales y geopolíticas que impregnaba el subcontinente precipitó en ebullición frente a la síntesis representada por la revolución cubana, que derrotaba a la vez los tres grandes enemigos de todos los pueblos latinoamericanos: (…) la explotación oligárquica y el imperialismo norteamericano. (p4.)
Rememora las primeras realizaciones de denuncia, donde se visibiliza nuestro cine en consonancia con el contexto de un cine latinoamericano de marcada crítica social. Resalta como la acción del cine latinoamericano durante la década en estudio, estuvo centrada en denunciar problemas, despertar conciencias y la agitación política, suscitar la reacción frente a la realidad, educar, rescatar el subconocimiento como dependencia, considera las experiencias de este tipo de cine como banco de prueba para la ideología socio-política del continente.
Venezuela: un cine esporádico, dudoso de si mismo, “eternamente incipiente”, como lo llamo alguien, es el marco en que se inscribe el documental venezolano de denuncia, el que logra conectarse ideal y cronológicamente con la formación de un cine latinoamericano. 1966 La ciudad que nos ve (Jesús Enrique Guedez), 1967: Pozo muerto (Carlos Rebolledo). (p34. )
Mas allá del recuento descriptivo, presenta el fenómeno que representó Imagen de Caracas, clara manifestación colectiva con una voluntad crítica, lanzada como un testimonio, con acción hacia la agitación de conciencias.
Simultáneamente, ocurría algo mas: un nutrido grupo de artistas, cineastas y jóvenes sólo calificables como de buena voluntad y “de izquierda” (de donde salieron varios nuevos cineastas para los años inmediatamente siguientes), trabajaba un promedio de doce horas diarias en un gigantesco proyecto cuyo financiamiento se había arrancado al Consejo Municipal de la capital con el objeto de celebrar el cuatricentenario de Caracas. Imagen de Caracas fue una realización colectiva, capitaneada por el pintor Jacobo Borges, que se anunció, poco antes del estreno, con un documento: “Nosotros queríamos un espectáculo critico frente a nuestro tiempo. Frente a la relación hombre-ciudad- objeto. A esta altura estaba claro que lo básico era participación, movimiento, simultaneidad…
Reseña-Comentarios realizados por:
Nancy de Miranda y Carlos Miguel Freitas.
Abril, 2017.