Iluminando el cine social del director de fotografía José Jiménez
El director de fotografía, productor, guionista y docente José Jiménez compartió historias sobre su trabajo en las décadas de los 70 y 80 con el director Clemente de la Cerda, en el Programa Descubriendo Nuestros Protagonistas del Cine Venezolano que realiza el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC) para celebrar los 120 años del Cine Nacional.
La vida del director de fotografía José Jiménez está intrínsecamente ligada a la del director Clemente de la Cerda.
La filmografía de Jiménez es un mapa cinematográfico con destino al cine social que impulsó Clemente de la Cerda: el cortometraje «Carahumanacas» (1971), y los largometrajes «Soy un delincuente» (1976), «Los criminales» (1982), «Retén de Catia» (1984) y «Agua que nos has de beber» (1984).
Por este motivo, a finales de la década de los 70, José Jiménez recuerda que tanto él como Clemente de la Cerda eran vistos como unos resentidos sociales por retratar la realidad de Venezuela.
El que películas como «Soy un delincuente», «Los criminales» y «Retén de Catia» tocasen la fibra de la calle, del barrio y de la sociedad del país no fue una invitación a la polémica; era la consecuencia directa de la sensibilidad de Clemente de la Cerda.
«Él influía en el guionista personalmente, ‘agrega esto, quita esto’, porque era su sentir. Todo el hecho social planteado, todas esas realidades, las cárceles, la forma de conducirse los hampones era una convicción, un conocimiento real que él tenía de esa realidad».
El director conversaba con José Jiménez antes de emprender cualquier proyecto, para transmitirle la injusticia social que palpaba hacia el hombre pobre y la manera en que veía cómo era despreciado, humillado, «él era muy dado de hablar con la gente más humilde, él captaba lo que le contaban, lo que le decían de allí».
José Jiménez conoció a Clemente de la Cerda cuando tenía 12 años y trabajaba arreglando cables en el taller de luces de Radio Caracas Televisión.
Por esas cosas de Dios, como dice José Jiménez, un día se vio sin familia, en la calle y para sobrevivir limpiaba zapatos a la puerta del canal. Jiménez aprovechó para pedir trabajo y de esta manera entró a Radio Caracas Televisión a aprender un oficio.
Fue en esa época cuando conoció a Clemente de la Cerda en un barrio que se llamaba 18 de Octubre. Unos años después se encontraron nuevamente cuando el futuro director trabajaba en Venevisión, «y de allí surge la amistad para la realización de todos estos trabajos, porque se formó una llave muy sólida en cuanto a confianza y credibilidad y de allí parte toda esta historia de haber hecho tantos largometrajes y haber estado al lado de una persona tan sencilla y humilde, y tan gran creador como Clemente de la Cerda».
Sin artificios
Para películas como «Soy un delincuente», «Los criminales» y «Retén de Catia», Jiménez cuadró la luz para que esta inundara la pantalla sin artificios, «sin cambiar la atmósfera existente en el lugar y darle mayor realismo a eso. Eso me permitió lograr el mayor de los éxitos en toda la realización porque no usaba planta eléctrica, ni usaba grandes luces, simplificaba mis cosas, dos, tres luces y con eso logré un estilo especial muy natural de luz».
Y fue precisamente naturalidad lo que buscó Clemente de la Cerda con su éxito en taquilla «Soy un delincuente» cuando se encontró de frente con Orlando Zarramera en un restaurante en Altamira.
Zarramera repartía galletas a los locales comerciales de Caracas cuando Clemente de la Cerda descubrió que era perfecto para su película, José Jiménez estaba con él en ese momento de epifanía.
«Clemente se le quedó viendo y me dijo ‘ese muchacho me gusta para la película’, yo le respondí que estaba loco, pero Clemente me respondió ‘¿Tú sabes por qué tú trabajas conmigo? Porque yo sé quién es el talento y quien no».
Cuarenta años después de la realización de «Soy un delincuente», José Jiménez llega a una conclusión reveladora: Clemente de la Cerda eligió a un -hasta ese momento- desconocido Orlando Zarramera, por el gran parecido físico entre ambos.
El efecto espejo entre director y actor no llegaba hasta el físico, Clemente de la Cerda vistió al actor con su ropa, «la chaqueta que usaba el personaje era la de Clemente, una marrón que él siempre usaba».
Ese encuentro con los espectadores venezolanos que llenaron las salas de cine del país, fue proporcional a la iniciativa de Clemente de la Cerda y sus técnicos de cambiar el panorama de las historias que se contaban en el país, de intervenir directamente en el guion, y en especial de descubrir una fórmula tan sencilla de conectar con el público a través de un lenguaje que ellos hablaban.
«Conectó con el gusto del público porque él interpretó, cosa que hablábamos mucho, de la joda. La joda en el cine es muy importante, si tú no haces reír a una mujer no la conquistas y Venezuela es una mujer, entonces tú la haces reír, le presentas lo que sea a través de la óptica de una gran joda y lo consumen, lo aceptan, lo compran. Si le metes un ladrillo la gente rechaza eso, porque la gente prefiere algo más liviano, algo más soportable y algo que lo haga reír y sentirse cómodo, porque el espectador no tiene la culpa de que la vida sea así, y él no quiere salvar a nadie en la vida, él quiere vivir, o sobrevivir, y él tomó consciencia de eso y lo puso en cine».
La última película en la que Clemente de la Cerda y el director de fotografía José Jiménez compartieron juntos fue «Agua que nos has de beber» (1984), una obra que Jiménez recuerda con amargura, «es una película que yo no quiero. Esa película lo mató, le creó un estado de angustia el saber qué iba a pasar con ella porque era una temática en la cual él nunca incursionó».
Cómplice del director
Esa luz natural que prodigaba José Jiménez en las películas de Clemente de la Cerda se trasladó también a sus otras experiencias laborales como productor general en películas, guionista y director en cortometrajes como «Motivación hacia el consumo», «30 años de Alfredo Sadel», «Genio y figura», entre otros.
Su método de trabajo era una referencia de su incursión en el medio audiovisual en Radio Caracas Televisión, después llegó a la Televisora Nacional y luego al laboratorio de revelado cinematográfico Bolívar Films porque su sueño era trabajar en el cine.
«Todas las películas hechas por nosotros fueron muy pobres, pero me enseñó en lo personal que el éxito está en la simplificación de los elementos para la realización de algo y yo llegué a ser Maestro y senté toda una escuela en cómo hacer las cosas con lo que se pueda tener».
Jiménez se convirtió en el hombre que manejaba la luz y la cámara, como él describe su oficio, «el más grande de los anónimos que hay dentro del cine».
Un cómplice del director, sus otros ojos que visualiza e interpreta lo que quiere el director, pero para Jiménez lo más importante a la hora de hacer cine es la idea, «la propuesta, la historia, lo que se dice ahí, el discurso y ustedes deben aprovechar esta oportunidad maravillosa para hacer historias, que se demoren un año, dos años bien vale la pena porque al final tienen un discurso en la mesa y dicen, yo pienso de esta manera, yo siento de esta manera».
Con más de seis décadas de trabajo en el audiovisual, José Jiménez señala que todo lo que tiene es debido al cine.
«El cine ha constituido toda mi vida, yo no he hecho otra cosa que hacer cine».
Estos fueron algunos de los testimonios presentados por José Jiménez en su Clase Magistral en el CNAC, como parte del Programa Descubriendo Nuestros Protagonistas del Cine Venezolano, realizada en la Sala Román Chalbaud del Laboratorio del Cine y el Audiovisual de Venezuela «Rodolfo Santana», programa que en palabras de Alizar Dahdah, vicepresidenta del CNAC, «nos está permitiendo colocar rostros a esos nombres y apellidos que corren en los créditos, al finalizar cada película venezolana, y a propósito de los 120 años del cine venezolano, estamos mostrando uno a uno a nuestros hacedores de cine».
Texto y fotografías: Mawarí Basanta