«La producción no resuelve, la producción prevé»
La productora de campo, Nora Ortega, ofreció una Clase Magistral organizada por el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), de su Programa Descubriendo Nuestros Protagonistas del Cine Venezolano, en la que compartió sus experiencias y anécdotas desde su llegada al cine en el año 1990.
El primer oficio que desempeñó Nora Ortega en el cine fue de peluquera, o como los franceses la llamaban en esa primera película de origen galo «L’embuscade» (1990): coiffure.
El detalle estaba en que Nora no tenía ningún conocimiento en peluquería. Había pasado por la Universidad Central de Venezuela (UCV) para estudiar Medicina, pero se le atravesó el teatro en el camino y el llamado de «las bambalinas», el gusano del espectáculo, de las luces, hizo su efecto.
Inició carrera en Sonográfica como directora, coreógrafa y productora «de unos chamos que tenían una leve semejanza al grupo portorriqueño Menudo, y que buscaban el mismo reconocimiento mundial, pero con el tiempo ellos desistieron de su sueño» y Nora quedó en la empresa de música produciendo videoclips.
Nora era una creativa y productora, para ese momento la peluquería no estaba apuntada en su hoja de vida, pero este detalle no fue impedimento para que aceptara la oferta de la maquilladora Stella Jacobs para ser su ayudante en la película francesa «L’Embuscade».
Aparte de Stella, dos, máximo tres personas conocían el secreto de Nora, pero la suerte jugó a su favor porque a su cargo estaba peinar a la actriz principal que solo necesitaba un moño con cuatro ganchos.
Parecía que todo iba a salir bien para Nora en su primera experiencia en el cine, en un oficio que no era el de ella, hasta que tocó rodar una escena en un aeropuerto, «la actriz ese día decidió, porque a veces los actores deciden por encima de lo que quiere el director y todo el mundo. Ella decidió que quería para esa escena el pelo suelto, y llegó al aeropuerto temprano en la mañana con el pelo húmedo y lo quería lacio».
De espalda al espejo y a la peluquera, la actriz francesa no podía mirar el avance de su secado, ni tampoco ver la cara de desesperación de Nora ante tamaño compromiso; porque a medida que aplicaba el secador, el cabello de la actriz no se alisaba, al contrario, se inflaba.
Nora pensó, «ya me han dicho que en el cine si pones la torta la primera vez no te llaman más nunca. ¡Primera y última! Chévere, me vacilé mi experiencia, no haré más películas».
Cuarenta minutos después, frustrada y con sensación de derrota, Nora Ortega volteó a la actriz hacia el espejo y literalmente huyó del lugar, «¡Y empieza esa señora a pegar alaridos! Pero para mi sorpresa es que quedó fascina, en su vida le habían dejado el pelo así. ¡Qué maravilla!»
Ese don de Nora de colocar el pecho para enfrentar situaciones complicadas, esa virtud de no detenerse ante nada, fueron las razones para que a partir de 1990, su trabajo tanto en televisión como en cine completara un ciclo perfecto.
¡Aló, guion!
A partir de «L’embuscade», Nora Ortega siguió trabajando con la productora Tango Bravo, pero ya en su área: producción. Con ellos llegaron más películas francesas, «La fiebre sube al Pao» (1991) «Un indien dans la ville» (1994), «L’amour» (1995), «Le jaguar» (1995).
En algunas de las producciones, el trabajo de Nora era tomar una mochila, una cámara fotográfica y recorrer Venezuela en busca de locaciones. «Dentro de la producción hay muchas áreas: está el productor ejecutivo, el director de producción o jefe de producción y está lo que viene inmediatamente después que es la parte de, o producción de avanzada que tiene a su cargo la búsqueda de locaciones, la producción de campo y la logística de la producción (…) En mi caso hice de productora de campo, en otras fui solamente productora de avanzada, en otras fui jefe de producción».
Experta en películas tanto nacionales como extranjeras, Nora notó desde el principio una diferencia: en las producciones que llegaban de afuera, sus productores planteaban una imagen o una idea del sitio idílico que necesitaban para el desarrollo de su película, en contraposición de los directores nacionales que ya tenían en mente los lugares para filmar.
«Ahí tienes la responsabilidad como productor de, primero conseguir algo que sea tan bueno o mejor como lo que ya tiene el director en su cabeza, porque además hizo su guion con esa locación que tiene en la cabeza».
El cómo entra Nora Ortega a una producción no tiene nada que ver con el dinero, en el 99% de los casos dice que sí porque leyó el guion y se enamoró, o porque la enamoró quien la llamó para echarle el cuento de la película.
¿Cuándo Nora Ortega lee el guion para meterse en su papel como productora de campo? «De entrada, cuando te llaman dices: ¡Alo, guion!».
«La producción de campo como tal es la jefatura de producción en el set de rodaje ya directamente en el momento del rodaje (…) ¿Qué tiene que hacer el productor? Que todo el mundo pueda hacer su trabajo en el tiempo, cómodo, feliz y tranquilo, que haga lo que tiene que hacer».
Como productora de campo, Nora Ortega arma la logística para meterse en todas las áreas desde arte hasta el casting para una película, es el asidero de todo el equipo de trabajo y para eso le toca armar el rompecabezas de producción: tener un plan A, B, C, D, y hasta el plan Z para subsanar el imprevisto que sea, porque para Nora, la producción no es resolver.
«La producción no resuelve, la producción prevé»
Por este motivo, Nora no encuentra otra forma de realizar películas que hacerlo bien, que se realice en el tiempo estipulado, que las deudas no crezcan por horas extras, tener todo al día en el set de filmación y para lograr estos objetivos tiene que mantener una buena relación con el equipo de trabajo, hasta con el asistente de dirección con quien se mantiene «un matrimonio obligado».
«El enfrentamiento con el asistente de dirección es sano y necesario. El asistente de dirección es una de las áreas que como productor de campo tienes que cuidar, a él o ella tienes que cuidarlo también porque está muy bombardeado».
Salvar la vida de un hombre
Después de participar en «Le jaguar», Nora Ortega siguió con producciones extranjeras: «Jungle 2 Jungle» (1996) una producción de Estados Unidos, «La casa brucciatta» (1997) de Italia, y en películas nacionales «Manuela Saenz» (1998) y «Miranda» (2005) de Diego Rísquez.
Nora profesa una gran admiración por el director Diego Rísquez. «Yo uso mucho a Diego como ejemplo en mis talleres de producción, porque Diego es un artista plástico que usa el cine como forma de expresión. Para mí es un artista plástico que hace cine. Es mi director amado».
En las películas con Diego Rísquez ha tocado trabajar con muy poco presupuesto, en producciones francesas las anécdotas llueven. Como en una oportunidad, en Canaima, que una lluvia obligó a todo el equipo técnico, incluyendo a actores, a desarmar todo un pueblo para mudarlo a otro lugar. «A todo el personal nos llamaron a recoger los equipos, a todos, hasta los actores estaban metidos ahí. El director estaba nadando, en lancha, en curiara a sacar el pueblo donde se grababa el 90% de la película. Sacar la planta, sacar toda la escenografía del pueblo completo, diez churuatas, todo… sacado por palos, montábamos los techos en las lanchas, las plantas… ¡Desastre total!».
También en Canaima se presentó una situación que puso a prueba a todo el equipo; a uno de los ayudantes le pasó un tractor por encima del cuerpo lo que activó a todo el equipo de producción en la búsqueda de una forma de salvar la vida de aquel hombre. Desde Caracas hasta Canaima consiguieron un avión, carros, helicópteros, «por el conocimiento y la camaradería de producción que tenía todo ese grupo, conseguimos todos y cada uno de los vehículos que había en Canaima, que se fueran a la pista para hacer el balizaje, porque la pista de Canaima no tenía luz como lo tienen todos los aeropuertos».
Salvaron la vida del hombre y para la productora Hilda de Luca, quien también estuvo presente en esa película, fue un tema de reflexión, «ser productora es tener la actitud humana que implica que cuando llegas a un espacio tienes que respetar a los locales, saber hasta dónde o no puedes llegar con ellos. Y gracias a ese liderazgo de Nora en las locaciones, se logró salvar todo lo que estaba en esa película».
Para la vicepresidenta del CNAC, Alizar Dahdah, la Clase Magistral de la productora de campo, Nora Ortega, es un momento y «un espacio para el reencuentro y para conocer el oficio de cada una de esas personas que le ha dedicado su vida al cine venezolano durante muchos años, y gracias a esos hacedores de cine ha sido posible hacer películas en nuestro país desde hace 120 años».
Las clases magistrales del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía se realizan todos los jueves a partir de las 9:30 de la mañana en la Sala Román Chalbaud del Laboratorio del Cine y el Audiovisual de Venezuela «Rodolfo Santana».
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Texto y fotografía: Mawarí Basanta