Tania Pérez entre las emociones y la transformación
La directora de arte y de vestuario Tania Pérez ofreció una Clase Magistral en el Centro Nacional Autónomo de Cinematografía (CNAC), en la que jugó con su niño interno para demostrar la sensibilidad que se necesita para trabajar con el arte en el cine.
Tania Pérez tiene una reflexión sobre su oficio como directora de arte, que ha cultivado con su participación en películas venezolanas como «Azú» de Luis Alberto Lamata, «El regreso» de Patricia Ortega y «Dos de trébol» de Orlando Rosales.
«El oficio y la experiencia laboral me han llevado a tomar conciencia de que el trabajo se debe realizar en equipo con sentido de cooperatividad, reconociendo siempre el esfuerzo del otro, respetando los diferentes puntos de vista, desarrollando el pensamiento crítico y ejercitando la creatividad».
La llegada de esa creatividad comenzó en la escuela primaria, una época que se quedó impregnada en el ADN de Tania con «unas marcas que me han ayudado a caminar», porque desde muy pequeña participaba en las actividades culturales del colegio, en especial las representaciones teatrales de obras como «La Ilíada» de Homero y «Ricitos de oro y los tres osos» de Robert Southey.
En 1967, Tania y un compañero del colegio estaban metidos en sus personajes de «La Ilíada», Atenea y Aquiles, cuando comenzó a temblar la tierra. El público corría histérico escapando del terremoto mientras que Tania y su compañero no dejaron de decir sus parlamentos.
Literalmente las paredes le caían encima pero ella no dejó de estar metida en su actuación, «el compromiso y la responsabilidad que sentíamos por lo que estábamos haciendo ya estaba sembrado».
Cincuenta años después de ese terremoto, Tania Pérez se sigue sintiendo comprometida con el trabajo que realiza, «planificando y coordinando las actividades que debo cumplir para lograr mis metas, supervisando con responsabilidad las tareas que se ejecutan ocupándome con disciplina y de manera organizada. No es solamente dejándose llevar por lo que uno siente y por ese niño interno y por las sensaciones y crear imágenes que tienen que ver con esa vida lúdica del cine, no. Hay otra parte que es la parte, yo lo llamo gerencial, vamos a poner los pies en la tierra y tenemos que organizarnos en lo que vamos a hacer».
Cuando terminó el bachillerato recibió un consejo que cambiaría su percepción de ver el mundo y de alguna forma asumió una rebeldía ante la vida: ella tenía el poder de realizar cualquier sueño, de ser lo que quisiera en la vida, «entonces me volví una persona inconstante, en el sentido de que comenzaba a estudiar una cosa, me sentía muy curiosa por otras cosas, entonces me cambiaba de carrera y más adelante me cambiaba para otra».
De esta manera comenzó a estudiar Matemáticas pero no la culminó, se inscribió en Antropología y no continuó, cambió a la carrera de Arquitectura y luego migró a Letras.
Fue a mediados de los años 80 cuando tuvo su primera conexión con el cine, momento en el que la invitaron a ser parte del equipo de realización del cortometraje venezolano «El espantapájaros» de Leopoldo Ponte; un trabajo de animación que requería un gran esfuerzo en todas las etapas técnicas.
Tania no era la encargada ni del vestuario, ni del diseño de arte; en este cortometraje realizó un trabajo de preproducción de un mes, en el que salía a la calle con unos binoculares a observar y grabar pájaros, luego con sus otros compañeros observaban el material en cámara lenta para estudiar sus movimientos.
Al final de esta etapa debía trabajar con un solo pájaro y darle movimiento cuadro por cuadro. La primera vez que vio su trabajo en pantalla, Tania no podía contener su emoción, «yo sentí cuando yo miraba aquello que se movía y era el pájaro que yo había inventado, yo le había dado la vida, yo creo que eso fue como un acto de magia, era el mejor regalo que le di a mi niño interno».
A la par de este sentimiento, Tania Pérez supo que había encontrado su oficio, su destino.
Piel y sensibilidad
Después de «El espantapájaros», Tania se sumó a la producción de otro cortometraje en stop motion que fue dirigido por Andrés Agustí en el que experimentó en la producción de campo y el trabajo de script.
Ambos cortometrajes se realizaron en Mérida pero a su llegada a Caracas, Tania encontró la brecha para entrar en largometrajes, «en ese momento comenzó un boom de producciones cinematográficas extranjeras que se venían a hacer en Venezuela. Eran películas que se hacían en Canaima, en Los Roques, en Puerto Ordaz, en el Amazonas, lo más exótico de Venezuela era lo que se mostraba allí, yo me pegué en esa cola, me tocó, no lo busqué».
Fue en el largometraje inglés «A handfull of dust» (1988) de Charles Sturridge que Tania trabajó por primera vez con el diseño de vestuario, cuando le encargaron confeccionar las piezas de los personajes indígenas.
No dudó ante el reto, «yo he sido bastante atrevida siempre (…) Me puse a investigar, hice unas muestras, me tocó teñir cosas. Esa parte me gusta mucho, trabajar con tejidos, con la parte textil».
Después de ese largometraje llegaron muchas más producciones extranjeras como la norteamericana «Arachnophobia» (1990) de Frank Marshall, las francesas «La fiebre sube a El Pao» (1991) de Manolo Matji, «Aventurier malgré lui» (1997) de Marc Rivière, y dos producciones italianas «Senza cuore» (1996) de Mario Caiano y el espaghetti western «Sabe el buen Dios lo que hace? (1998) de Enzo D’Ambrosio.
Tania Pérez ha colaborado en telenovelas y series para televisión, así como en video clips y publicidad, aplicando ese trabajo de transformación que es ser director de arte, «el director de arte es el que planifica todo ese trabajo, lo crea, como ese cuento que está echado en un librito, cómo lo vamos a convertir en una imagen que está cargado de nuestra piel, de nuestra alma, con nuestras emociones, con nuestra sensibilidad».
Esta alma, sensibilidad y emoción que le imprime Tania a su oficio la llevan a otra reflexión, pero en este caso sobre el cine como actividad lúdica, «el cine es nuestro espejo, refleja nuestras vidas complejas e inciertas donde nos reconstruimos para mirarnos sin fronteras entre lo real e imaginario. Observo el mundo que me rodea, lo percibo, lo interpreto a las personas, los espacios, las situaciones. Desde mi memoria y mi imaginación invento una realidad, la recreo y la reconstruyo. Transformo lo que siento, pongo mis sensaciones en una imagen, me expreso».
La Clase Magistral de la diseñadora de arte y vestuarista Tania Pérez es parte del Programa Descubriendo Nuestros Protagonistas del Cine Venezolano, que tiene como objetivo dar visibilidad a los técnicos del cine venezolano.
Alizar Dahdah, vicepresidenta del Centro Nacional Autónomo de Cinematografía, comentó que «el cine venezolano está conformado por grandes equipos, lo han hecho muchas personas, tenemos muchos hacedores de cine, algunos conocidos, otros no y esos no conocidos son muchísimos y por eso para el CNAC es un orgullo y un placer dar a conocer a estos hacedores del cine. Hoy tuvimos el privilegio de escuchar a Tania Pérez, y nos ha sorprendido con su ejercicio inicial, pues antes de nosotros manifestarle nuestro reconocimiento y admiración por su oficio y por su entrega al cine, ella nos ha regalado una hora en la que nos ha llevado a reconocernos y valorarnos como personas, a descubrir nuestro niño interno».
Cada jueves, a partir de las 9:30 de la mañana en la Sala Román Chalbaud del Laboratorio del Cine y el Audiovisual de Venezuela «Rodolfo Santana», el público tiene la oportunidad de disfrutar de una Clase Magistral con Nuestros Protagonistas del Cine Venezolano.
El CNAC también pone a disposición del público las clases magistrales a través del canal de YouTube en: Centro de Cinematografía CNAC VENEZUELA.
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Texto: Mawarí Basanta
Fotografías: Sergio Gómez Antillano