El cine en Súper 8 con memoria histórica
El cine, como un medio cuyo soporte tecnológico está en continua transformación, aun cuando como espectadores lo que interese sea el instante de ver en pantalla las imágenes plasmadas por los realizadores.
Lo que importa al espectador es lo que ve allí. Pero para el realizador se trata de cómo hacer que lo que imagina se reproduzca tal y cómo fue soñado. Por esto el elemento tecnológico es tan importante, y por ello también se han producido tantas transformaciones de los formatos en cuestión.
La reflexión viene porque estamos viviendo una especie de reivindicación del formato de Súper 8, como soporte que mucho celebrábamos en las décadas de los 70 y 80 en Venezuela, y al que se dedicaron dos importantes festivales de muestras y competencia, el de Caracas, motorizado por la Cinemateca Nacional y el de Punto Fijo, que tuvo como impulsadores de base a la pareja de Carlos y Lissette Castillo.
Si hacemos un recuento de los mismos nos quedaríamos cortos en un espacio como este, porque se vivió historia de verdad en estos festivales, y con ello quiero decir, que el formato en sí fue herramienta de verdaderos creadores, con propuestas interesante desde la perspectiva estética como de las creaciones innovadoras de sólida sustancia.
Había, en el uso de la cámara en este formato, una serie de facilidades, o más bien de actos en síntesis, porque la cámara proporcionaba múltiples recursos para la acción de realizador-camarógrafo, y ello hacia considerable la experimentación in situ. (Recuerdo que yo misma tenía una camarita de filmación de súper 8, cuando creamos el teatro de títeres Chímpete Chámpata en Maracaibo, y cuando se hizo el documental para contar la historia de más de cuatro generaciones, el material filmado de sus inicios simplemente se llevó a nuevos formatos).
El espíritu de juventud audaz de la época (los setenta y ochenta) llevó a gente talentosa a aventurarse creativamente, con verdadero arrojo en sus propuestas de realización y eso dio fundamento sólido a la cadena de estos festivales de confrontación.
Asuntos muy interesantes se cocinaron entonces, leamos en una crónica de 1978 lo siguiente en anuncio al Festival:
«Ayer comenzó en Caracas el Tercer Festival Internacional del Nuevo Cine Súper 8, en el que participarán películas de dieciocho países. Dicho festival, que durará hasta el 27 de agosto, se iniciará con la proyección del film Ojos de perro azul, del español Ivo Antonov, basado en un cuento de Gabriel García Márquez. Posteriormente, el norteamericano Joel Berkovits presentará su película Suicide, que fue galardonada en los festivales de cine de Toronto (Canadá) y Los Ángeles (Estados Unidos)».
Suena muy atractivo y señala una visión de contexto internacional, con aristas propias y caminos para incursionar.
El hecho es que las hermanas Galán, se han abocado a retomar la memoria de aquellos festivales y la gran ovación que se vivía al respecto y ahora se ha formado una comisión con «los entendidos» de entonces que convoca, desde las entidades del hacer cine en Venezuela, a quienes vivieron aquel momento glorioso de esa construcción en Súper 8.
Nos enteramos de que el formato continúa su derecho a mantenerse en vigencia, y esta iniciativa nos hace revisar con ojo crítico las razones por las cuales en Venezuela, se abandona la posibilidad de uso de una tecnología, se saca del mercado y se ignora, cuando la novedad de otra cosa toca las puertas, y todo entra al museo de la cultura del deshecho.
Este es un tema, (alrededor del Súper 8) acerca del cual podríamos, desde diversas ópticas y caminos de abordaje, encontrar mucha «tela por cortar», pero también: mucho por investigar descubriendo lo inesperado.
Los 70 y los 80 del siglo XX, en el territorio de la expresión artística hicieron nacer vasos comunicantes entre artes escénicas, música, y literatura usando medios audiovisuales para la fusión de síntesis, en una búsqueda del decir en términos de la postmodernidad.
Lo interesante en nuestro caso es cómo se abordó esto en Venezuela, y cómo el Súper 8 tuvo un lugar de supremacía al respecto.
Si nos situamos en Occidente, podríamos decir que el Zulia y Falcón sembraron lo suyo, y estamos pensando por ejemplo, en el IV Festival realizado en Punto Fijo, en 1986, donde los premios fueron otorgados del siguiente modo:
Con el corto titulado «Tres mujeres» Sara Roby, realizadora del Zulia, de la gente de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad (LUZ), ganó el Primer Premio y ganó además: Mejor Guión y Mejor Dirección, ganaron también en actuación: Adriana Loaiza, y en Montaje: Carlos Molina, por esa película.
Pero Augusto Pradelli, también zuliano, ganó con: Piragua el Segundo Premio, y Alejandro Vásquez ganó en fotografía por la misma: Piragua. Pero Pradelli se gana también el Quinto Premio con otro corto de ficción llamado: Liz (¡que vimos en sala de cine comercial¡).
El Tercer Premio lo gana Sombra labial de Verónica López López, y el Cuarto: Era, de Glenda Montes (que también gana como Mejor Sonido).
El Sexto Premio lo gana Milton Crespo con El paquete. Y hay una Mención Especial para Viceversa de Manón Kluber.
Todos estos nombres son y serán significativos en la cadena de eventos que se suceden en ese momento y cuyo trabajo tendrá continuidad y repuesta de público importante.
En el Zulia y en vínculo con la Universidad estaban Ricardo Vall, Víctor Fuenmayor, Sergio Antillano González y todo un grupo de profesores y estudiantes que eran motores de estas formas de realización. Gente de la literatura, la danza, la fotografía y el cine en combinación. Una atmósfera creativa, vanguardista, audaz rodeaba al Súper 8.
Si revisamos los resultados del V Festival en Ateneo de Punto Fijo, ¿qué encontramos? Cuatro días movidísimos de proyecciones, premios, reencuentros de creadores. Homenaje a Ricardo Jabardo, y los ganadores: La película Luthier, de Gabor Szepesi, obtuvo el primer premio, el segundo fue para: Círculo negro de José Avendaño, el tercero para Muerte al traidor de Augusto Pradelli; el cuarto para el film Piratas de Augusto Pradelli; el quinto para Mosca Van Gogh de Alonso Toro y el sexto premio para Que en paz descanse de Beatriz Lara. Realmente Pradelli merece un homenaje por su papel entre los realizadores más audaces y creativos del Zulia. Además en ese Festival ganó como mejor montaje, y mejor director, y la Revista Visor (léase: hermanas Galán) le dio premio también al zuliano, por sus películas en concurso. Recordemos que Pradelli es el realizador del primer largometraje zuliano: Joligud (1990), el cual describe la vida de la ciudad de Maracaibo, tomando en cuenta lo que fue acabar con los barrios de El Saladillo y El Empedrao. El jurado del festival estuvo integrado esta vez por Sergio Antillano González, Freddy Siso, Fernando Salinas, Carlos Azpúrua y Julio Miranda.
En esa misma época, pero en Caracas, se lleva a cabo, en el CELARG: la XIV edición del Festival Internacional de Cine Súper 8 y Video (¡15 años de festival¡). Con su inauguración en el Estudio Mata de Coco, y con el esfuerzo indudable de los Castillo Carlos y Lisette. Una cantidad de actividades: sesiones de competencia de cine y video, dos maratones de películas, un programa infantil, un Foro sobre la salida al mercado comercial del formato Super 8, y el programa de aprendizaje de cine de animación, el ANIMATHON. Todo empujado por los enormes deseos de crear un verdadero movimiento a la altura de instancias internacionales y a partir de lo que los audaces creadores del momento se aventuraban a llevar a cabo.
Si pensamos en otro evento donde fue importante el Súper 8, es el de los Premios Conac para Jóvenes Cineastas, de hecho en el 1989 tenemos ganadores con dos películas que destacan y en ellas encontramos nombres de quienes posteriormente continuarán cerca del medio cinematográfico por varias décadas. Pensemos en: ISABEL SE RELAJA (8 minutos), de Diego López (1988), con Dirección de fotografía de Sara Maneiro y Dirección de arte de Silvia Briceño. Y: SU QUINTO SENTIDO ( 37 minutos) de Eduardo Noriega (1989), con Guión colectivo de José Gabriel Escala, Lía Espinosa, Mary Fernández, María Mercedes García, Tomás Graterol, Eduardo Noriega y Marcel Oppliger.
Pero el ganador del Primer Premio de ese certamen fue Rafael Straga, con una película en formato 35 mm llamada: Mediodía. Sin embargo el realizador reconoce que antes había ganado premios con su trabajo en Súper 8, en 1985 con: Extremo Asterio, un Tercer Premio, y un Segundo Premio en 1987 con: Hay frío en la ciudad. Al preguntarle sobre su experiencia en el formato de su trabajo anterior declara:-«Yo venía investigando algunos patrones dentro del mensaje con el Súper 8, dentro de la condición del símbolo, del no-lenguaje hablado en la película, y con una estética bastante urbana, porque es lo que tengo más inmediato(…)»al trabajar el formato 35 mm, se involucra a muchas más personas y al hacerlo necesitas mantener un esquema de producción que está condicionado a la película(…)cuando queremos hacer cine con una proyección profesional , tenemos que, para todos los roles que se desempeñan en una producción, tiene que haber remuneración».(Encuadre,N°23,Caracas,1990,p.4-5).
Con este planteamiento Straga está señalando una cierta «independencia» del realizador en Super 8, en cuanto a la facilidad de crear unipersonalmente, y la necesidad de equipo colectivo de mayor consideración económica con otros formatos.
Esta podría ser una de las razones que hicieron ir abandonando el Super 8 como modalidad tecnológica, al aventurarse a la creación de un orden de mayor ambición participativa en la concepción del hecho cinematográfico como acto de colectivos.
Sin embargo, revisar obra de época nos puede hacer pensar que las posibilidades de este formato llevaron a algunos de nuestros realizadores a elaborar un cine particularmente atractivo, con una estética vanguardista, abriendo caminos a los modos de mirar. Y es por esta vía que continuaremos nuestra investigación al respecto. De manera que estas reflexiones continuaran.
Laura Antillano